martes, 8 de marzo de 2011



Habemos muchas clases de mujeres: madres, esposas, hijas, hermanas, novias… trabajadoras, estudiosas, esforzadas, luchadoras, desganadas, alegres, depresivas, liberales, reprimidas, comprometidas, indiferentes, extrovertidas, calladas, rubias, morenas, altas, bajas, gordas, flacas… pero todas sin excepción, sufrimos o sufriremos alguna clase de discriminación de género a lo largo de nuestras vidas.
Que si fue un incendio provocado intencionalmente en una fábrica textil, que si fueron socialistas danesas en un congreso internacional, que si fueron sufragistas estadounidenses… no importa el cuándo ni el por qué. Lo importante es que en algún momento, un grupo de mujeres dijeron “basta”, se unieron y decidieron luchar para obtener por sí mismas derechos que les estaban cultural e históricamente vedados. Y hoy estamos recordando ese hito fundamental en la historia de la humanidad.
Personalmente, me siento feliz y orgullosa de pertenecer a este vapuleado y glorioso género. Reivindico las diferencias, que nos hacen a hombres y mujeres tan maravillosamente complementarios. Y lucho todos los días desde todos los lugares para que las otras mujeres dejen de ser golpeadas, ignoradas, mutiladas, desempleadas, abandonadas y descartadas.
Este espacio que estamos creando nos brinda la posibilidad de SER, así, con mayúsculas. Jamás, desde que estoy aquí, he escuchado alguna observación que implicara alguna desventaja o limitación por mi género. Todos somos compañeros, y es como debe ser. Hermanarnos en las luchas, compartir los desvelos, solidarizarnos con los demás. Así se hace futuro.
Todavía queda mucho por hacer, mujeres. Hemos logrado grandes cosas, pagando un alto precio. Pero restan batallas por librar. Acá las esperamos, para pelearlas juntas. Y celebrar todos, hombres y mujeres, el merecido triunfo.
Recuerden: sin ustedes, no hay nosotros.
Feliz día, compañeras.